Transição Socialista

Sobre la Crítica (Dialéctica) de EL CAPITAL

Hector R. Benoit

(Publicado originalmente em português na Revista Crítica Marxista, n. 3, São Paulo: Brasiliense, 1996, sob o título de “Sobre a crítica (dialética) de O Capital. Tradução ao espanhol por C. Almeida)

En su forma mistificada la dialéctica fue un modismo alemán porque parecía transfigurar lo existente. En su configuración racional, para la burguesía y para sus doctrinarios portavoces, la dialéctica es un escándalo y un horror porque ella en la positiva comprensión de lo existente contiene, al mismo tiempo (zugleich), la comprensión de su negación, de su sumersión necesaria; por lo tanto cada forma desarrollada en el flujo del movimiento también es aprendida por su lado transitorio; sin dejarse someter por nada [la dialéctica] es crítica y revolucionaria (Marx, posdata de la 2°edición de El Capital, MEW, 23 pp. 27-8).


INTRODUCCIÓN

¿La obra de Marx y particularmente El Capital, desde el punto de vista del propio capital, es una obra científica? Si por ciencia entendemos exclusivamente el conocimiento y la comprensión positivos (o afirmativos) de un determinado objeto en sus diversas particularidades y aspectos temporales o estructurales, ciertamente esta no es una obra científica. El Capital no es una obra científica, al menos no como se comprende como “científica” una obra académica (-burguesa) de historia, de sociología o incluso de economía[1]. El Capital es una obra científica pero al mismo tiempo y en la misma relación es, de manera inseparable, una obra revolucionaria; es decir, una teoría revolucionaria.

Buscar en el primer libro de El Capital las exigencias de una cientificidad pretensamente separada de la propia lucha de clases, de una cientificidad exclusivamente positiva, unilateral, limitada al rigor de la racionalidad analítica donde el “entendimiento” (Verstand) se constituye (y siempre se constituye) en la matriz fundamental para producir o en la crítica burguesa (a través de la sociología, de la economía, de la historia o de la filosofía), o en la pacificación reformista o incluso en el estancamiento burocrático de la revolucionaria y permanente “inquietud” (die Unruhe) que caracteriza esa obra.[2]

Así como aprendimos a observar (a partir del propio Capital) contradictoriamente los objetos originados en el proceso de trabajo del modo de producción capitalista, de igual manera podemos observar las obras teóricas y, particularmente, la propia obra El Capital. Podemos observar un par de zapatos o cualquier otra mercancía tanto en su calidad estática de producto acabado, en su quieta condición de ser mercadería en los aparadores de un supermercado; como también podemos observar esos mismos objetos indagando en la inquietud del trabajador y del trabajo que está contenido en ellos, y que da razón de su génesis, de su movimiento, de su pasar a ser contradictorio. Como de hecho se lee en el capítulo sobre el proceso de trabajo: “Lo que del lado del trabajador aparecía como una forma de inquietud (der Form der Unruhe), aparece ahora del lado del producto como propiedad quieta en la forma de ser”.[3] De la misma manera, si el propio proceso de trabajo, desde el punto de vista del (sonriente y satisfecho) capitalista no es nada más que el consumo de mercadería, fuerza de trabajo comprada en el mercado, un proceso análogo a la fermentación de vinos en su bodega[4]; desde el punto de vista de aquel que vendió su fuerza, el trabajador, ese proceso es análogo a la extracción vampiresa de su vida[5]. Para Marx, la contradicción de la lucha de clases está en el interior de cada objeto, de cada mercadería y también en el interior de cada obra teórica producida en la sociedad de clases. Por lo tanto, en el interior de su propia obra, El Capital. [6]

Los objetos tomados en El Capital obedecen siempre a ese movimiento contradictorio que los arranca de su ser aparente y en reposo, que los recoloca en la inquietud de la producción, y que redescubre sus presupuestos poniéndolos en movimiento. Refundados sobre un nuevo principio no dogmático (principio deducido del desarrollo de sus propias contradicciones, del desdoblamiento de sus antagonismos) los objetos son superados, es decir, son negados dialécticamente. Si a ese movimiento son sometidos los diversos objetos particulares que van apareciendo durante los diversos capítulos (la riqueza, la mercadería, la forma de valor, la forma de dinero, la plusvalía, la plusvalía absoluta, la plusvalía relativa, la acumulación de capital…), se puede decir que ya en el primer libro de El Capital, los presupuestos de este modo de producción son sometidos a ese movimiento negativo de superación dialéctica. Es así que en el primer libro de El Capital se realizaba la crítica (de la Economía Política burguesa) y también la teoría programática para la negación de ese modo de producción, el modo de producción capitalista, tomado en su forma simple y fundamental”. [7]

En los límites de este artículo, indicando (en sus principales articulaciones) el movimiento dialectico del primer libro de El Capital, intentaremos esbozar como ese movimiento, el movimiento de lo negativo contenido en ese libro, nos conduce más allá de una mera crítica de la ciencia económica burguesa y asimismo, más allá de la fundación de cualquier ciencia unilateralmente positiva.[8]

El Desarrollo Dialéctico

Esfera de la Circulación

El Capital comienza al nivel del modo de exposición, como la economía burguesa (como por ejemplo Adam Smith), partiendo de la riqueza. No obstante la primera afirmación ya arroja el proceso negativo. Toda vez que se habla de la apariencia de la riqueza y así se presupone una forma no-aparente de la riqueza; no solo se habla de la riqueza en general (como pensaría la Economía Política burguesa) sino también de la “riqueza (del Reichtum) de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista”[9], es decir, la riqueza se historia. Esa riqueza aparece (erscheint) como una “inmensa colección de mercaderías” y la mercadería individual (die einzelne Ware) como la forma elemental. Al universal indeterminado “una inmensa colección de mercaderías” se contrapone lo individual, la mercadería. Abstractamente, todo el trayecto dialectico del primer libro está presupuesto en este primer párrafo: Lo universal abstracto de la Economía política burguesa, riqueza aparente y no-histórica, debe ser superado por el ser histórico de la riqueza o riqueza determinada históricamente; es así que se hace necesario rehacer o reconstruir de manera lógica e histórica la trayectoria que va desde la mercadería individual hasta la “inmensa colección de mercaderías”. Esta la trayectoria que abstractamente será recorrida en el primer libro.

La mercadería es convertida en su inmediatez más aparente, en su positividad más absoluta. Es descrita como “un objeto externo”, como “una cosa” que a través de sus propiedades satisface las necesidades humanas. Así la mercadería es un valor de uso; sin embargo luego se acrecienta que en la forma específica de sociedad a ser estudiada, es decir, en la forma capitalista, el valor de uso también es el “soporte material” (die stofflichen Träger) del valor de cambio.[10] Es decir, la positividad de la mercadería comienza a disolverse, el valor se presenta como soporte del valor de cambio y este por su vez se presenta como una forma de manifestación (die Erscheinungsform) de otro contenido, el valor. A partir del desarrollo y de la ampliación de esta contradicción interna de la mercadería, valor de uso y valor, se evidencia la contradicción entre trabajo individual y trabajo social. Esta contradicción exige la existencia de la forma dinero, ya que solamente con el dinero, un medio universal de cambio, se puede realizar la permuta social de los diversos trabajos privados. Pero, la forma dinero, “esta forma acabada del mundo de las mercaderías, en vez de revelar (offenbaren) el carácter social de los trabajos privados y las respectivas relaciones sociales entre los productores, por el contrario las encubre (verschleiert).[11] Las relaciones entre hombres aparecen como relaciones entre cosas. Entonces decimos que abrigos, botas y otras mercaderías se relacionan con oro, plata o cualquier mercadería que asuma el papel de equivalente general como corporizaciónuniversal del trabajo humano abstracto, percibiéndose inmediatamente “la demencia (die Verrücktheit) de tal forma de expresión”.[12]

Sin embargo, esa demencia caracteriza exactamente las expresiones de la economía burguesa. Como describe Marx: “Son precisamente formas de este tipo que constituyen las categorías de la economía burguesa”. Pero estas no son meras ficciones, pues como Marx añade, “estas son formas socialmente válidas, por lo tanto son formas de pensamiento objetivas, para las relaciones de producción que pertenecen a este modo social de producción históricamente dado, esto es la producción de mercaderías”.[13] La propia Economía Política burguesa, a pesar de su misticismo, es en cierto sentido, ciencia; pero solo en la exacta medida en que desde el interior de la “demencia” ideológica de sus características describe las “dementes” formas objetivas de pensamiento que imperan en el modo de producción capitalista. Para develar (por primera vez, en El Capital) todo el misticismo (Mystizismus), “el carácter fetichista de la mercadería y de su secreto” que dominan el mundo de esa “ciencia”, solo es necesario trasladarse a otras formas de producción como hace enseguida Marx. [14]

Rapidamente, Marx realizará diversas incursiones negativas a otras formas de producción. Primeramente, acompañando las abstracciones ideológicas de la Economía burguesa, se trasladará a la isla de Robinson Crusoe. Ya aquí quedará claro que los diversos trabajos individuales de Robinson no son nada más que diversas modalidades del mismo Robinson, esto es diversas manifestaciones de un trabajo general, social o humano. La segunda negación será histórica. Marx se trasladará a la Edad Media europea. Así muestra que, a pesar de la supuesta “obscuridad” medieval, en esa forma de producción las relaciones sociales de producción son más claras que en el capitalismo: “El siervo sabe perfectamente que es una determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que invierte sirviendo a su señor”. [15]

La tercera forma de negación es la referencia de una situación en la que el trabajo aparece como “común” (gemeinsam), en donde el trabajo aparece sin mediaciones, como social. Esta forma sería anterior a todas las otras y caracterizaría a la comunidad primitiva. Sin embargo, para estudiarla es suficiente trasladarse al proceso productivo de una familia campesina. Aunque, en la familia campesina los productos no se relacionan como mercaderías y así, los diversos trabajos sean inmediatamente sociales y “órganos de la fuerza de trabajo común de la familia”.[16] Esta afirmación descrita sirve como mediadora, al nivel de la exposición de Marx, para que nos traslademos en dirección a la cuarta negación, la negación del capitalismo por una forma hipotética futura, una forma socialista. Como escribe Marx, finalmente, imaginemos “una asociación de hombres libres que trabajen con medios de producción colectivos y que desenvuelvan sus diversas fuerzas de trabajo individuales de manera consiente como una fuerza de trabajo social”.[17] Las relaciones sociales de producción como en la isla de Robinson serán de una clareza cristalina, pero en un sentido inverso. Si allí los trabajos individuales coincidían con lo social por la simple casualidad de que solo existía un individuo, el propio Robinson, aquí al contrario, los trabajos se relacionan socialmente a partir de un plano consiente de la multiplicidad de los individuos. A partir de esas colocaciones Marx concluye más adelante que la forma del proceso social de vida no se despojará de su “velo místico” (mystischen Nebelscheler)[18] hasta que ese proceso se convierta en la producción de hombres libremente socializados y poseedores de todo el proceso productivo.

Finalmente, concluyendo este primer capítulo, Marx comentará los límites de toda Economía Política burguesa. Explica que la Economía burguesa clásica,[19] pese a haber analizado el concepto de valor y su magnitud, posee límites bien determinados de su carácter de clase, de su carácter burgués. Esto indica que sus conceptos y formulaciones son propias de un régimen de sociedad en el cual “el proceso de producción tiene dominio sobre el hombre y no el hombre sobre el proceso de producción”;[20] sin embargo la conciencia burguesa de esa sociedad, la Economía Política burguesa, considera todo eso como algo que obedece a una necesidad natural, es decir, una necesidad a-histórica, tan natural y tan eterna como el propio trabajo productivo.[21] De esa manera el carácter de clase de la Economía Política burguesa estaría presente en ese carácter estático de manera no contradictoria a sus categorías, en la historicidad absoluta de sus formulaciones, en la extirpación de la negatividad a la que son sometidas sus expresiones teóricas. Si los economistas burgueses aun reconocen el pasado en cierto sentido, como observa Marx,[22] apenas lo hacen pensando el pasado como formas “artificiales” que precedieron las formas “naturales”, aquellas del régimen burgués. No obstante, si la negatividad del pasado ya es relativamente rechazada por el pensamiento burgués, por su vez, cualquier forma negativa sobre una forma futura de sociedad que superaría la sociedad burguesa es rechazada de manera más radical.[23]

Con esta crítica de la economía de la sociedad burguesa y de su conciencia teórica, la Economía Política, Marx termina el primer capítulo. Como se puede observar en este primer capítulo, a pesar de que solo se ha llegado a la forma dinero (y de manera aún no desarrollada) ya se puede percibir el movimiento dialectico general del libro El Capital. Desde el primer párrafo las negaciones contradictorias van siendo lanzadas, avanzan, se cierran y se abren en círculos cada vez más amplios. [24]

Los siguientes capítulos seguirán el mismo curso, pero de manera cada vez más determinada se avanzará dialécticamente para el fin, para el fin que en realidad es fundamento (Grund), es principio.[25] Es así, que en el método dialectico avanzar es un retroceder. Avanzar es como decía Hegel, “un retroceder al fundamento (Grund), al originario (dem Ursprünglichen) y al verdadero del cual se desprende el comienzo (Anfang) con el cual se empezó y por el cual fue efectivamente producido”.[26] El comienzo presupone el fin, fin que en realidad es el principio, arché, fundamento originario. Por eso mismo, en El Capital, en cierto sentido (“para nosotros”, para quién ya conoce la trayectoria), desde el comienzo ya se puede presuponer el fin, principio presupuesto que produce el comienzo. Por tanto, el principio (que es fin) ya está encadenado al comienzo desde el inicio, de esta manera, desde el inicio todo el movimiento del primer libro es lanzado y está encadenado con férrea necesidad. Avancemos más, del comienzo al principio.[27]

El capítulo II, “el proceso de cambio”, ya parte del resultado del anterior análisis: el fetichismo de la forma mercadería. Las mercaderías ya no caminan solas, ahora ellas necesitan de sus poseedores. “las mercaderías”, escribe Marx, “no pueden ir por si mismas al mercado, ni ser cambiadas por ellas mismas”.[28] De esta manera, es necesario ir hasta los propietarios privados de las mercaderías. Es así que se evidencia que los poseedores de las mercaderías consideran las mercaderías de los otros como equivalentes especiales de la suya, y esta mercadería de propiedad individual, aparece para el propietario como equivalente general de todas las otras mercaderías. Aunque, ante esa contradicción, queda claro que el desdoblamiento de la mercadería en mercadería y dinero es un resultado del proceso histórico, solamente así la forma dinero se consagra. La profundización en el proceso de cambio, solamente eso, puede desarrollar la oposición (Gegensatz) existente en el interior de la mercadería, aquella entre valor de uso y valor. Es este desarrollo histórico (y la lógica del análisis tan solo lo reproduce abstractamente) el que exterioriza gradualmente esa oposición.

De esta forma, ya en el capítulo III (“El dinero o la circulación de las mercaderías”) se parte de la forma dinero como mediadora del proceso de circulación de las mercaderías. Se analiza la forma Mercadería – Dinero – Mercadería y cómo, poco a poco, las contradicciones de la forma dinero transforman el dinero de un simple mediador del proceso de cambio en algo que se torna en el fin último y autónomo del proceso. Si con el dinero mundial se llegó a la máxima ampliación de las contradicciones inmanentes de la forma dinero, la cuestión ahora es saber cómo el dinero se desarrolló para transformarse en capital. Este es el tema de la sección II, capítulo IV. Aunque permaneciendo predominantemente en la descripción de un desarrollo lógico, de manera significativa este capítulo en su primer párrafo, realiza importantes observaciones históricas. Se indica que la circulación de mercaderías es el punto de partida (der Ausgangspunkt) del capital. En este primer párrafo se observa que el comercio mundial y el mercado mundial son datados de manera precisa, comenzaron en el siglo XVI y con ellos la historia de la vida del capital.[29] Como se puede apreciar, si desde el comienzo del primer capítulo el análisis lógico de las contradicciones ya introduce consideraciones y desarrollo histórico, no obstante no siempre es de la misma manera. El desarrollo de ese análisis lógico, la ampliación en espiral del análisis de las contradicciones, poco a poco va insiriendo un número cada vez mayor de determinaciones históricas y va concretizando lo abstracto y por ende historiando la lógica.

En el capítulo IV, a pesar de ese comienzo histórico, el análisis lógico retoma su curso. Si la fórmula de circulación de mercaderías era M-D-M, ahora se pasa a analizar la formula D-M-D. El dinero, en vez de la mercadería, pasa a ser aquí la finalidad del proceso. Siendo así, el proceso solo puede ser efectivo si al final de él se obtiene una diferencia cuantitativa. La fórmula completa del proceso es por lo tanto D-M-D. “Ese incremento o excedente sobre el valor original”, escribe Marx “yo lo llamo plus-valía (Mehrwert-surplusvalue)”.[30] Ese aumento en la magnitud del valor inicial es lo que justamente convierte el dinero en capital. Es así que la formula general del capital es D-M-D

No obstante, esa fórmula es contradictoria a todo lo que fue examinado hasta aquí en relación a la mercadería, del valor, del dinero y de la propia circulación. Por eso Marx analizará enseguida las contradicciones (Widersprüche) de la fórmula general del capital.[31] Su carácter contradictorio comienza a manifestarse en que, como muestra Marx, por más que se dé vueltas o se rodee, “si equivalentes fuesen cambiados, no nace de ahí plusvalía y si no-equivalentes fuesen cambiados, aun así no nace ninguna plusvalía”.[32] Entonces ¿la plusvalía surgirá fuera de la circulación, al nivel de la producción¿ Aunque, como muestra Marx eso también es imposible. El productor de mercaderías, fuera de la órbita de circulación, sin entrar en contacto con otros poseedores de mercaderías, no consigue “valorizar su valor y consecuentemente transformar dinero o mercadería en capital”. [33]

Necesariamente, por lo tanto, el capital, contrariando la lógica de la no-contradicción, tiene que surgir al mismo tiempo (zugleich) dentro de la circulación y fuera de ella, en la circulación y en la no-circulación.[34] Es decir, para explicar la transformación de dinero en capital y el origen de la plusvalía es necesario pensar en la oposición circulación-producción no como una oposición de contrarios, como polos externos que en tiempos diferentes transitan de uno al otro (como del blanco a negro, o de caliente a frio). Esa transformación y el origen de la plusvalía solo pueden ser explicadas si se piensa en la oposición circulación-producción como una oposición que es contradicción, una oposición entre géneros económicos diferentes (circulación y producción) que en su proceso antiético se entrelaza y engendra un ser contradictorio nuevo (D-M-D), es decir, un ser que posee en el interior de sí mismo, y al mismo tiempo, la oposición circulación-producción. [35]

Como explica el siguiente ítem, la transformación ocurre a través de una mercadería comprada en la primera fase, pero gracias a su valor de uso, a su valor de consumo. El poseedor del dinero tiene que encontrar en el interior de la esfera de circulación (innerhalb del Zirkulationssphäre), en el mercado (auf dem Mark),[36] una mercadería que en su valor de uso, en su consumo, pueda ser creación de valor. Esa mercadería es la capacidad de trabajo o fuerza del trabajo, cuyo consumo se da fuera del mercado, en la esfera de producción. No obstante, para que ocurra esa primera transacción entre D y M, o mejor dicho, entre poseedor y dinero, y el poseedor de la fuerza de trabajo, son necesarias determinadas condiciones: la primera es que ambos sean propietarios libres (personas jurídicamente iguales), y la segunda es que el poseedor del dinero encuentre en el mercado la fuerza de trabajo ofertada como mercadería, y eso ocurre cuando su poseedor solo posee esa, y solamente esa, mercadería para vender.

Una vez más, como venía sucediendo desde el primer capítulo, el análisis lógico gana más determinaciones históricas. Marx comenta que las condiciones descritas arriba no son producidas por la naturaleza y tampoco son condiciones sociales encontradas en todas las épocas históricas. Sin embargo, si son el “resultado de un desarrollo histórico precedente, de muchas revoluciones económicas, de toda una serie de formaciones anteriores de producción social”.[37] Pero, determinando y concretizando inclusive la historicidad de las categorías económicas abstractas estudiadas (mercadería, circulación de mercadería y dinero), Marx afirma que estas también portan “su rastro histórico” (geschichtliche spio[38]). Él observa también que esas condiciones, a pesar de ser históricas, existieron en buena parte de las formaciones sociales que conocemos. Al contrario, eso no ocurre con las condiciones históricas para la existencia del capital. Marx escribe: “[el capital] solo surge cuando el poseedor de los medios de producción y subsistencia encuentra en el mercado al trabajador libre como vendedor de su propia fuerza de trabajo”. Y adiciona de manera significativa: “y esa es una condición que envuelve una historia universal (weltgeschichte)”.[39] Por lo tanto, a esta altura, aparece como bastante claro que el desarrollo histórico está presupuesto sub cada categoría lógica, y que es exactamente el desarrollo inmanente de las contradicciones lógicas, con sus consecuentes ampliaciones, el que devela gradualmente aquel desarrollo histórico presupuesto y que lo coloca como puesto en el interior de la exposición.

Mientras tanto, Marx retorna al análisis abstracto. Examina como se determina el valor de la mercadería fuerza de trabajo, y al final del cuarto capítulo se prepara para salir de la esfera de la circulación. Solamente así, analizando el consumo de la fuerza de trabajo fuera del mercado, se revelará definitivamente el secreto (Geheimnis) de la producción de plusvalía. Pero para eso es necesario entrar en el “lugar secreto de la producción”,[40] es decir, es necesario entrar en el interior de la fábrica. Se abandona entonces el “paraíso de los derechos innatos del hombre”, el territorio donde reinan “la libertad, la igualdad y la propiedad”.[41] Al abandonar la esfera de la circulación, se abandona también, el territorio donde la economía burguesa vulgar “va a buscar sus opiniones, sus conceptos y sus padrones para juzgar la sociedad del capital y del trabajo asalariado”.[42]

ESFERA DE LA PRODUCCIÓN

La sección III (“la producción de la plusvalía absoluta”) partirá del análisis del proceso de trabajo, por lo tanto, en más de una ocasión, la categoría económica será analizada inicialmente en su máxima abstracción sin fijarse en una forma social determinada. Luego, el proceso de trabajo será analizado como consumo de la fuerza de trabajo por el capitalista. Aquí finalmente se descubre el secreto de la plusvalía y, de esa manera, cómo el dinero se transforma en capital.[43] En este momento, una vez más, Marx observa el carácter contradictorio que posee el proceso de valorización: “Todo este proceso, la transformación del dinero en capital, ocurre en la esfera de la circulación porque ella es condicionada por la compra de la fuerza de trabajo en el mercado. No ocurre en la circulación por que ella solo inicia el proceso de valorización, lo cual sucede en la esfera de la producción”.[44] Como se puede observar, aquí se reafirma que el proceso de valorización es pensado en su unidad contradictoria circulación-producción y no como dos procesos separados.

El proceso de valorización, al nivel de la producción, o consumo de la fuerza de trabajo se da a través del encuentro entre los factores subjetivos (fuerza de trabajo) y los factores objetivos (medios de producción); los primero son el capital variable y los segundos el capital constante. El capital variable se reproduce así mismo y además crea un excedente, la plusvalía. Mientras que el capital constante no cambia de valor durante el proceso de producción. Ante ello, el comprador de la fuerza de trabajo y propietario de los medios de producción pretende extender la jornada de trabajo todo lo que sea necesario para producir la mayor cantidad de plusvalía. Ese es el proceso de producción de la llamada “plusvalía absoluta”.

Como en los otros pasajes, el movimiento de lo abstracto a lo concreto, en cada uno de los desarrollos contradictorios, se va ampliando gradualmente. En el capítulo VII, ocurre, no en tanto, un avance decisivo en el proceso de concretización de las contradicciones lógicas. En este capítulo, el primer ítem se titula “el grado de explotación de la fuerza de trabajo”.[45] El propio título de este ítem ya apunta el contenido histórico de la contradicción entre capital variable y capital constante. No obstante, no es solo una concretización relativa de las contradicciones lógicas la que aquí se comienza a realizar. En este momento lo histórico es introducido y, por primera vez, con tantas determinaciones, sobretodo, por primera vez, con el sentido fundamental de contradicción de clase como lucha de clases.

Si esto ya está claro en el propio título del primer ítem que se refiere al “grado de explotación de la fuerza de trabajo”, la secuencia del capítulo deja más clara esa concretización. Refiriéndose al proceso de extracción de la plusvalía, Marx escribe que parece contradictora la fórmula del capital variable, o del valor que se valoriza, esa fórmula solo “expresa una contradicción inmanente (immanenten Widerspruch) de la producción capitalista”.[46] Es decir, la formula solo expresa una contradicción histórica, un cierto tipo de contradicción de clase. Como escribe Marx universalizando la lucha de clases en la historia humana: “Solamente la forma (die Form) a través del cual el excedente de trabajo es extraído (abgepresst) del productor inmediato, o trabajador, diferencia las formaciones económicas de sociedad; como por ejemplo, la sociedad de la esclavitud (die Gesellschaft der Sklaverei) de aquella del trabajo asalariado”.[47]

En el tercer ítem de este capítulo, al refutar los argumento de Senior, el profesor de Economía de Oxford contratado por los capitalistas de Manchester, el modo de exposición de Marx es bastante elucidario. Primeramente Marx reproduce en cita, una página completa del escrito de Senior, el “luchador” (Preisfechter[48]) de la burguesía. Enseguida, imagina un personaje que, desde el punto de vista de la clase obrera, habla a los capitalistas durante cinco páginas,[49] y refuta la teoría de la “hora final”. Obsérvese el carácter dialógico de todo este pasaje: “Mis señores!”, comienza el personaje ficticio, dirigiéndose a los capitalistas. Más adelante el mismo tono dialógico continua: “Si vos comparáis, señores, la relación entre el tiempo de trabajo que vos pagáis con el tiempo de trabajo que vos no pagáis…”[50]. Obsérvese también aquí, resaltando el carácter dramático del pasaje, el personaje utiliza irónicamente el modismo (slang[51]) de los capitalistas y de la época; como por ejemplo, “manos” (Hände[52]) para referirse a los obreros, y “all bosh” (original en inglés) para expresar “charlatanería”. Las contradicciones y la crítica comienzan a mostrarse como PERPASSADAS por la lucha histórica, la lucha cuyos personajes comienzan a convertirse en clases determinadas, clases en lucha, y no en meras categorías económicas o lógicas, no en meras poseedoras individuales de mercaderías.[53]

Cuando Marx analiza la jornada de trabajo (cap. VIII), se determinan aún más los personajes en lucha y la propia lucha. De un lado, el capitalista, en su “demencia”, que no es más que “el capital personificado (personifiziertes Kapital). Su alma es el alma del capital. El capital solamente tiene un pulso vital, el pulso de valorizarse, de crear plusvalía, de absorver, con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de más-trabajo”.[54] Este polo dialectico de la contradicción (capital-capitalista) es la propia imagen del vampiro.[55] Cuanto más trabajo vivo succione en cada jornada de trabajo, más vivirá o más se valorizará. Por eso mismo extiende al máximo el tiempo en el que “clava sus colmillos”, o el tiempo de cada jornada de trabajo. No obstante, en este momento dramático, Marx escribe: “se irgue la voz del obrero que enmudecerá en la tempestad y la aflicción (Sturm und Drang) del proceso productivo”.[56] Ahora de manera más determinada que en el pasaje anterior, el personaje que toma la palabra no habla solamente del punto de vista de la clase obrera, sino también es el propio obrero, en persona, el que toma la palabra y lucha: “La mercadería, que yo te vendí”, le dice el obrero al capitalista, “se distingue de las múltiples otras mercaderías por el hecho de que su uso crea un valor, un valor mayor a su costo”.[57] Y la voz del obrero continua discurseando por una página entera, mostrando siempre el carácter contradictorio de los dos polos del proceso: “Aquello que de tu lado (deiner Seite) aparece como valorización del capital, es por mi lado (auf meiner Seite) un exceso de fuerza de trabajo”.[58] El obrero afirma que el capitalismo pretende consumir su fuerza de trabajo en diez años, que en media, siendo utilizada racionalmente, puede durar alrededor de treinta años. Con eso, dice el obrero, estoy siendo robado en 2/3 de mi mercadería, y termina exigiendo que su fuerza de trabajo no sea consumida en exceso: “Exijo la jornada normal de trabajo, porque yo exijo el valor de mi mercadería como cualquier otro vendedor”.[59] Y es la propia clase obrera en lucha la que toma la palabra y hace aquí su propia crítica de la Economía y de la economía burguesa que, en nota Marx nos remete a la huelga de trabajadores de la construcción civil de Londres en 1860-1861. Esta huelga luchó justamente por la reducción de la jornada de trabajo y su comité (komitee) publicó una declaración que según Marx coincidía aproximadamente con “el discurso de nuestro obrero”.[60] Marx reproducía así un documento del comité de huelga. Como se ve, en el interior del propio modo de exposición de Marx, aquí los presupuestos históricos comienzan a aparecer como establecidos por la clase trabajadora en lucha como colocados por huelgas ocurridas de manera efectiva, colocados por documentos producidos por los organismos de lucha, los comités de huelga de la propia clase trabajadora.

Como se puede observar, sin fetiches hegelianos, en la lucha por la discriminación de la jornada de trabajo, las clases aparecen como colocadas y no como meramente presupuestas. Así mismo, claramente, las clases aparecen como colocadas en lucha y no en inercia. Así, después de este discurso obrero, Marx escribe de manera inequívoca al respecto:  

El capitalista afirma su derecho como comprador cuando intenta prolongar al máximo posible la jornada de trabajo e intenta transformar una jornada de trabajo en dos. Por otro lado (Andrerseits), la naturaleza específica de la mercadería vendida implica una limitación de su consumo por parte del comprador; y el trabajador afirma su derecho como vendedor, cuando quiere limitar la jornada de trabajo a determinada grandeza normal.

Ocurre aquí, por lo tanto, una antinomia (Antinomie), derecho contra derecho, ambos legitimados por la ley del intercambio de mercaderías. Entre derechos iguales decide la violencia (die Gewalt). Y así, la reglamentación de la jornada de trabajo se presenta en la historia (Geschichte) de la producción capitalista como una lucha (Kampf) alrededor de los límites de la jornada de trabajo – una lucha entre lo capitalista colectivo (Gesamtkapitalisten), es decir, la clase de los capitalistas y el trabajador colectivo (Gesamtarbeiter), o laclase trabajadora (Arbeiterklasse). [61]

Este proceso de exponer los presupuestos históricos continuará su curso siempre de manera más amplia. Así, después de haber llegado a la exposición de la lucha de clases entorno de la extracción de más-trabajo en el modo de producción capitalista, se busca determinar las diversas formas históricas de ese proceso económico-político. Primeramente, se explica que esa extracción de más-trabajo existió en todas las sociedades en que una parte de la sociedad posee el monopolio de los medios de producción. Es decir, donde existe ese monopolio, independientemente de las diferencias históricas, “el trabajador libre o no-libre (der Asbeiterfrei oder unfrei) necesita añadir al tiempo necesario para su auto conservación un tiempo de trabajo excedente destinado a producir los medios de subsistencia para el propietario de los medios de producción…”.[62] Marx añade que es indiferente si ese propietario (Eigentümer[63]) es el aristócrata ateniense o ciudadano romano o cualquier otra forma histórica de clase dominante que haya antecedido la figura del capitalista. Como se puede observar, en primer lugar, Marx resalta la universalidad del proceso contradictorio de clase basado en la extracción de trabajo excedente y, luego, muestra las diferencias que caracterizan esas formas anteriores, para justamente a partir de ahí explicitar de manera específica la manera por la cual ese proceso se realiza en el modo de producción capitalista.[64]

Ahora, lo que va a caracterizar con exactitud a la forma capitalista de extracción de trabajo excedente es una exploración jamás vista en otra sociedad de clases. Solamente en el capitalismo ocurre la hegemonía absoluta en el proceso de producción de valor de cambio sobre valor de uso. Y así la contradicción absoluta entre el propietario de los medios de producción y el productor directo. El proceso de producción está dirigido, de manera hegemónica, a la producción de plusvalía, de ahí que la súper explotación del productor directo que ocurre en el capitalismo, es solo es comparable a situaciones muy particulares de otras formaciones sociales.[65]Seguidamente, citando periódicos, informes de inspectores de fábrica, informes de comisiones parlamentares, Marx describe detalladamente el proceso capitalista de extrema explotación y, consecuentemente, el proceso de contradicción y lucha entre las clases antagónicas, la burguesía y el proletariado.

Después de haber bajado a una forma empírica casi periodística, asciende al análisis lógico y muestra cuál fue la alteración esencial que transcurrió en relación al momento en que el trabajador entró al proceso de producción, es decir, en el comienzo de la sección III (La producción de la plusvalía absoluta”). Al nivel del mercado, como un poseedor de la mercadería fuerza de trabajo, el trabajador se enfrentaba con otros poseedores de mercaderías. Aparentemente, el obrero disponía libremente de sí mismo e inclusive esto era confirmado por el contrato que firmaba libremente. No obstante, después de que el negocio estaba cerrado, después de entrar en la fábrica, se descubre que él no era “ningún agente libre”. Se descubre, por el análisis lógico e histórico, que su libertad de vender la fuerza de trabajo, en realidad, era ya una coacción: “él es obligado” (gezwungen ist[66]). Se descubre también que su “succionador” (Sauger) no lo dejará descansar mientras que todavía haya “un musculo, un tendón, una gota de sangre para explotar”[67]. Ante eso, para protegerse de la súper explotación, para intentar conservarse, los trabajadores unieron sus cabezas y se colocaron “como clase” (als Klasse[68]).

La sección IV (“La producción de plusvalía relativa”) proseguirá ese desarrollo de las contradicciones lógicas y la consecuente manifestación de sus presupuestos históricos. En el capítulo X se explicará el concepto de plusvalía relativa. Marx muestra entonces que la contradicción de clase y la súper explotación de la fuerza de trabajo, manifiestas en la sección III, no son amenizadas, en absoluto, en el interior del capitalismo por el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo. Como escribe Marx, ese desarrollo en el interior del modo capitalista tiene por finalidad “acortar la parte de la jornada de trabajo por la cual el trabajador tiene que trabajar para sí mismo, justamente para prolongar la otra parte de la jornada de trabajo durante la cual puede trabajar gratuitamente para el capitalista”[69]. Entonces pasa a analizar los métodos de producción de plusvalía relativa. Una vez más, los presupuestos históricos serán develados. En el capítulo XI se muestra la especificidad de la cooperación capitalista explicitando que se desenvolvió en oposición a la economía campesina y a los gremios. “Su presupuesto (Voraussetzung), la ocupación simultanea de un número relativamente grande de asalariados en el mismo proceso de trabajo constituye el punto de partida de la producción capitalista.”[70] En este sentido el modo de producción capitalista, una vez más, manifiesta su carácter contradictorio. Al mismo tiempo en que él aparece como una necesidad histórica para la transformación del proceso de trabajo en un proceso de cooperación social, por otro lado, contradictoriamente, la cooperación social usada por el capital tiene como único objetivo extraer la plusvalía relativa, es decir, aumentar la productividad del trabajo para explotarlo mejor.

Igualmente, en los otros capítulos de la sección IV, se muestra que la develación de los presupuestos históricos de cada forma de extracción de plusvalía relativa (desarrollo de la división de trabajo, manufactura, maquinaria, grande industria) manifiesta la profundización de las contradicciones inherentes a este método de producción, las contradicciones de clase. Cada una de esas formas, al mismo tiempo que aumenta la productividad de trabajo, lejos de liberar el trabajo de las condiciones coercitivas en que él se realiza, lejos de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, tan solo somete aún más al trabajador del capital, solo aumenta aún más su nivel de explotación y, en ese sentido, cada una de esas formas profundiza de manera cada vez más antagónica la lucha de clases.[71]

Después de describir una vez más, extensamente, los efectos devastadores de la producción capitalista sobre los niños, las mujeres y sobre la clase trabajadora en general, así como las luchas de clases para defenderse del carácter predatorio de la producción capitalista, Marx termina la sección IV reafirmando y ampliando el carácter antagónicamente contradictorio de todo el proceso de producción capitalista. Este proceso de producción, al mismo tiempo que desarrolla la capacidad productiva del trabajo y aumenta, así, potencialmente la dominación del trabajo humano sobre la naturaleza, también devasta, destruye y contamina tanto la fuerza humana de trabajo como la propia naturaleza: “Cada progreso de la agricultura capitalista no solo es un progreso en el arte de saquear al trabajador, sino al mismo tiempo, de saquear el suelo, puesto que cada progreso de aumento de la fertilidad por cierto periodo es, simultáneamente, un progreso en la ruina de las fuentes permanentes de esa fertilidad”[72]. Y concluye la sección diciendo: “La producción capitalista, por lo tanto, solamente desenvuelve la técnica y la combinación del proceso de producción social al mismo tiempo que socava (untergräbt) las fuentes originarias de toda la riqueza (Reichtuns): la tierra y el trabajador”.[73]

Por lo tanto, la riqueza del modo de producción capitalista, que aparecía (en el primer párrafo de El Capital) como una inmensa colección de mercaderías, ahora ya se manifiesta como inmensa colección de contradicciones y la lucha de clases como su contradicción fundamental, presente en cada una de sus mercaderías. No estamos más en el “mejor de los mundos posibles” se desenmascaró el paraíso de los derechos del hombre, la igualdad y la libertad (aún no la propiedad), la contradicción de la lucha de clases se manifiesta por todos lados. No obstante, en la medida en que no se desenmascaró a la propiedad, esa contradicción aparece aún como antinomia,[74]es decir, no hay posibilidades de superación de esa contradicción. Con la lucha por la limitación de la jornada de trabajo (sección III), con la lucha contra las consecuencias de los desarrollos de la productividad (sección IV), y aún con las luchas salariales que son desarrolladas en la sección VI (El salario), la clase trabajadora aparentemente apenas lucha por su conservación, para su conservación como clase dentro del sistema capitalista. De esa manera, contradictoriamente, lucha para la conservación del propio sistema capitalista. Todos los presupuestos de ese proceso de producción aún no fueron expuestos y negados. Los secretos de la formula D-M-D, la fórmula del capital, aún no fueron desvelados plenamente. Por eso mismo, la lucha de la clase trabajadora solo se limita a exigir el cumplimiento de las propias leyes del proceso capitalista de producción, desde su ley fundamental, aquella que es el punto de partida aparente del proceso, el cambio de equivalentes al nivel de la circulación, el cambio de la mercadería fuerza de trabajo por su equivalente. [75]

LA ACUMULACIÓN DEL CAPITAL

Todo se modifica, no obstante, cuando en la sección VII se analiza el proceso de acumulación del capital, es decir, cuando se observa la realización del tercer momento de la fórmula del capital, ‘D’ este=- retorna al proceso productivo. Hasta aquí el capitalista había comprado la mercadería fuerza de trabajo y utilizado su valor de uso, ahora llegó la hora de que él vuelva al mercado o esfera de la circulación para realizar el tercer momento. En el primer entrelazamiento contradictorio de la esfera de la circulación con aquella de la producción (durante la primera operación D-M) ocurrió la primera develación fundamental, aquella del secreto de la plusvalía. Ahora, en el entrelazamiento de la producción con la circulación (en la operación M-D), una vez más, ocurrieron nuevas develaciones fundamentales, aquellos que terminan de revelar las contradicciones lógicas e históricas del modo de producción capitalista.

 En el comienzo del capítulo XXI (“La producción simple”) se hace una observación fundamental: “cualquiera que sea la forma social del proceso de producción, esta precisa ser continua (kontinuierlich sein) o recorrer periódicamente, siempre de nuevo, las mismas fases. Una sociedad no puede dejar de consumir, tampoco dejar de producir. Tomado en su constante conexión (stetigen Zusammenhang) y en el flujo permanente (beständigen Fluss) de su renovación, todo proceso social de producción es, por lo tanto, al mismo tiempo,  (zugleich), proceso de reproducción”[76]. Pero, justamente, solamente ahora se analizará el proceso capitalista en su conexión constante, en su flujo permanente. Solamente ahora se analizará el proceso de producción del capital en su movimiento total (aunque de forma purificada) que constituye el ciclo de circulación del capital. Primeramente se toma ese ciclo como reproducción simple (esto se hace abstrayendo la acumulación). Ya aquí se manifiesta una gran transformación en todo el proceso. Marx muestra, después de la repetición del proceso, al final de un cierto número de años, en la medida en que siempre hay un determinado consumo, o valor de capital que el capitalista posee “es igual a la suma de la plusvalía apropiada durante el mismo número de años, sin equivalente, y la suma del valor consumido por él es igual al valor del capital original”.[77] Es decir, después de un número de años de producción simple, “no subsiste ningún átomo del valor de su antiguo capital”.[78]Así la simple reproducción transforma todo el capital en capital acumulado o plusvalía capitalizada y, por lo tanto, en trabajo ajeno no remunerado.

En el siguiente capítulo, ya se parte de la plusvalía y se analizará cómo ocurre la re transformación (Rückverwandlung[79]) de la plusvalía en capital. Ahora, como ya comenzaba a quedar claro en la reproducción simple, y como está expreso en el título del primer ítem de este nuevo capítulo (XXII), ahora finalmente, la propia propiedad del capitalista sobre su capital comienza a ser desvelada y contestada. Este primer ítem se titula: “Proceso de producción en escala ampliada. Transmutación (Umschlag) de las leyes de la propiedad de la producción de mercaderías en leyes de apropiación (Aneignung) capitalista”. [80]

Ahora el cambio de equivalentes que comenzaba el proceso se muestra como mera apariencia, como mera forma que es extraña al propio contenido y así lo encubre y lo mistifica. Explicando entonces el contenido del proceso, Marx escribe: “El contenido (der Inhalt) es que el capitalista siempre cambia parte del trabajo ajeno ya objetivado, del cual se apropia incesantemente sin equivalente, por una cantidad mayor de trabajo vivo ajeno”.[81] A lo largo del proceso de la acumulación capitalista, de esta manera, queda claro que la clase capitalista pasa a pagar a la clase trabajadora con el propio trabajo de esta. El cambio de equivalentes entre propietarios, ley en que el que se basa el derecho de propiedad del modo de producción capitalista, tendría validez, solamente, en términos de una remota acumulación originaria que antecedería todo el proceso.

Ahora, será justamente eso lo que determinará el desvelar del capítulo XXVI, mostrando los presupuestos históricos originarios que están sub las contradicciones lógicas del proceso de acumulación de capital. Ya se sabe cómo se convierte el dinero en capital, como sale de este la plusvalía y como la plusvalía engendra nuevo capital, mientras cada uno de estos objetos presupone el otro: “la acumulación de capital presupone (vorausetzt) la plusvalía; la plusvalía, la producción capitalista y esta, por su vez, la existencia de grandes masas de capital y de fuerza de trabajo en las manos de los productores de mercaderías”.[82] Todo el proceso parece girar en un círculo vicioso y como ya percibirá la Economía Política burguesa, se torna necesario presuponer un punto de partida. Ahora, al contrario de las explicaciones idílicas de la teoría burguesa, Marx muestra, la relación capitalista “presupone (vorausetzt) la separación (Sheidung) entre los trabajadores y la propiedad de las condiciones de la realización del trabajo”. [83] Esta separación es el presupuesto fundamental.

No obstante, esa separación entre los productos y los medios de producción, como muestra Marx durante todo el capítulo, fue una separación violenta, fue una expropiación (Expropriation[84]). Por eso para que los expropiados se sometan a la disciplina del trabajo asalariado no fue suficiente solamente esa expropiación. Como observa Marx, ellos fueron perseguidos por leyes terroristas, azotados, torturados y marcados con fierro en brasa. [85]  Exclusivamente así, después de esa separación violenta y después de esa violencia disciplinaria, poco a poco, se desenvolvió una clase trabajadora que “por educación, por tradición, por costumbre, reconoce las exigencias de aquellos medios de producción como leyes naturales evidentes”.[86] Por lo tanto, solo después de ese proceso de abierta violencia extra-económica y así, de abierta lucha de clases, el modo de producción capitalista realiza el paraíso de los propietarios de mercaderías que se encuentran pacíficamente en el mercado. Como observa Marx: “La inmediata violencia extra-económica en verdad es utilizada excepcionalmente. Para el curso usual de las cosas, el trabajador puede ser confiado a las ‘leyes naturales de producción’, esto es su dependencia al capital que se origina de las propias condiciones de producción, por las cuales es garantizada y perpetuada”.[87] Al describir el papel del Estado en los diversos momentos de la acumulación primitiva, una vez más, resalta el papel de la violencia y escribe: “La violencia (die Gewalt) es la partera de toda sociedad vieja que está embarazada de una nueva. Ella por sí misma es una potencia económica.[88] La violencia es una potencia económica, justamente porque esa violencia no es nada más que la expresión y el desarrollo de las contradicciones económicas históricamente colocadas por las clases en lucha.

Si esa violencia está en el origen del modo de producción capitalista, ella genera todo el proceso contradictorio descrito y desarrollado (lógica e históricamente) hasta aquí. Si esa violencia fue originalmente la expropiación de la mayoría de la población por algunos pocos, las contradicciones económicas objetivas, desarrolladas a partir de aquella violencia originaria, crearon las condiciones para la superación de la propia. Disminuye cada vez más el número de los capitalistas, la miseria y la opresión crecen, pero también crece, dice Marx, “la revuelta popular de la clase trabajadora siempre numerosa, educada, unida y organizada por el propio mecanismo del proceso de producción capitalista”. [89] Este capítulo termina anunciando el fin próximo del capitalismo. “Suena la hora final de la propiedad capitalista. Los expropiadores serán expropiados.”[90]Así la revolución socialista aparece al final del proceso como una superación dialéctica de las contradicciones contenidas en las categorías económicas, la expropiación de los expropiadores aparece como “la negación de la negación”.[91]

La violencia de la lucha de clases es el fin del primer libro de El Capital, fin que en realidad es el principio (Grund, arché), principio presupuesto en el modo de exposición desde el comienzo. Pero este principio está presupuesto en el modo de exposición no porque sea un principio a priori, él está en el comienzo como presupuesto, pero solo en la medida en que está ahí objetivamente e históricamente colocado como principio del modo de producción capitalista. Lo que hizo exactamente el desarrollo dialectico del modo de exposición fue demostrar cual es el principio histórico que fue colocado sub las contradicciones del modo de producción capitalista. Pero, justamente para no caer en el dogmatismo del entendimiento, primeramente, colocó el principio como presupuesto para realizar su exposición a través del desarrollo. No obstante, al avanzar del comienzo al principio (y esto fue siendo hecho con cada desarrollo lógico que ganaba determinaciones históricas), las contradicciones se desarrollaban y las categorías de la Economía Política burguesa y de la economía burguesa eran negadas: la esfera de la circulación (paraíso de las ilusiones)-, producción de plusvalía absoluta y relativa (manifestación de la lucha de clases)-, reproducción simple, acumulación de capital (transformación de las leyes de propiedad y rompimiento definitivo del cambio de equivalentes), acumulación primitiva (separación violenta de los productores de los medios de producción, violencia de lucha de clasescomo principio del capitalismo, violencia como fin y nuevo principio, negación de la negación (socialismo).

Cuando finalmente el principio presupuesto (la violencia de la lucha de clases) fue colocado en su comienzo (antes de toda la riqueza capitalista, antes de toda la mercadería y de la esfera de mercado), el modo de producción como un todo se niega a partir de ese principio que se transformó en comienzo. El principio que se negó como principio, que se transformó en comienzo, es negado, y de la negación de la negación se camina de manera programática para un nuevo principio, esto es un nuevo modo de producción. Marx termina el capítulo XXIV diciendo: “Allá se trató la expropiación de la masa del pueblo por pocos usurpadores, aquí se trata de la expropiación de pocos usurpadores por la masa del pueblo”.[92] Reafirmando el carácter programático de su dialéctica, después de estas palabras nos remite, en nota de pie de página, a una larga citación del Manifiesto Comunista.[93]

CRÍTICA REVOLUCIONÁRIA

No por acaso, el capítulo XXIV termina citando el Manifiesto. En cierto sentido, El Capital es realmente un desarrollo del Manifiesto Comunista y es inseparable de diversos textos vinculados directamente a la lucha de clases de la clase obrera. Por ejemplo, el Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores,[94] texto escrito por el propio Marx en 1864, por lo tanto durante la redacción del libro I de El Capital, posee una relación directa con esta obra también en su propio contenido.

En este texto, aunque esbozados, aparecen los problemas de las secciones III y IV (la producción de la plusvalía absoluta y relativa) y aquellos de la sección VI (el salario). Como en esas secciones del libro I , Marx describe la súper-explotación de la fuerza de trabajo por los capitalistas, la lucha por la limitación de la jornada de trabajo, la sustentación de que el desarrollo de la capacidad productiva de trabajo no suprime la miseria de la clase trabajadora (al contrario la somete más), que, en términos generales, los salarios no obtienen cualquier aumento mayor, en suma, que de 1848 a 1864, periodo en que Marx se fija en el texto, a pesar del desarrollo capitalista y del aumento de la capacidad productiva del trabajo, los contrastes y los antagonismos sociales solo se profundizaron.[95]Es evidente que el propio Marx está utilizando el texto en la teoría de El Capital, es decir, está utilizando la crítica de la Economía Política para hacer una crítica política a la economía de la sociedad burguesa.

No obstante, lo más importante es que él propio atribuye en ese texto la crítica de la Economía Política burguesa, es decir, la teoría, a la propia clase trabajadora. Así luego de recordar las derrotas que la clase trabajadora tuvo desde 1848, recuerda las victorias. La primera de ellas fue la obtenida por la clase trabajadora inglesa, después de una lucha de 30 años: la ley de la jornada de diez horas. Entonces añade que, paralelamente a la significación práctica, este fue un gran triunfo teórico contra el dr. Ure, el profesor Sénior y otros sabios de esa calaña, que habían previsto y demostrado la imposibilidad de toda limitación de la jornada de trabajo.[96] Sin embargo, aún más explícitamente, Marx coloca la clase obrera como sujeto de la crítica a la Economía Política burguesa:

Esta lucha por la limitación de la jornada de trabajo se hizo aún más furiosa, porque –dejando de lado la avaricia extrema- se trataba de decidir la gran disputa entre la dominación ciega ejercida por las leyes de la oferta y de la demanda, contenido de Economía Política burguesa, y la producción social controlada por la previsión social, que constituye la economía política de la clase trabajadora [die politische Ökonomie der Arbeiterklasse]. Por eso la ley de la jornada de diez horas no fue solamente una gran victoria práctica, fue también una victoria de un principio. Por primera vez, la Economía Política de la burguesía fue derrotada en plena luz del día por la Economía Política de la clase trabajadora [politischen Ökonomie del Arbeiterklasse].[97]

Más adelante, en el mismo texto, Marx añade una “victoria teórica” más de la “Economía Política del trabajo” (der politischen Ökonomie der Arbeit) sobre la “Economía Política del capital” (der politischen Ökonomie des Kapitals). Entonces relata las experiencias del “movimiento cooperativo” y “fabricas cooperativas”, creadas por las manos (Hände), los obreros. Marx escribe que estas fueron grandes experiencias puesto que habrían mostrado como hechos, y no como simples argumentos, que “la producción a gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna puede prescindir de la clase de los ‘maestros’ (Meistern) y utilizar solo una clase de ‘manos’”.[98] Añade también que esas experiencias mostraron que para la producción no es necesario que los instrumentos de producción sean instrumentos de dominación y de explotación contra los propios productores directos. Esas experiencias también habrían mostrado que el trabajo asalariado, así como el trabajo servil y el trabajo esclavo, “es solo una forma social transitoria e inferior, destinada a desaparecer frente al trabajo asociado [ver der assozierten Arbeit], el cual cumple con su obra con el espíritu vigoroso y el corazón alegre”.[99]

Como se observa, Marx atribuye a la propia clase trabajadora, a la clase en su crítica de la sociedad burguesa, critica que es lucha de clases, contribuciones fundamentales para la crítica de la Economía Política burguesa. Sobre todo en este último caso (las experiencias cooperativas), pero también en la limitación de la jornada de trabajo y en otras conquistas, realmente la clase trabajadora en lucha, realizaba la crítica y la negación del modo de producción capitalista, crítica y negación del punto de vista del futuro. Se mostraba así la transitoriedad y el carácter no-natural, el carácter histórico de las formas económicas dominantes y de las propias categorías de la Económica Política burguesa. ¿Esa no es la gran diferencia de Marx, según él mismo, en relación a A. Smith y a Ricardo?[100] Realmente la gran diferencia de Marx en relación a la Economía burguesa es percibir el carácter contradictorio, perecedero e histórico de las formas económicas y de las categorías económicas de la sociedad capitalista. Esa diferencia de Marx advendría de percibir la lucha de la propia clase trabajadora, de escuchar los murmullos de las fábricas, de oír aquella crítica dramática de la propia clase, en suma, de aprender teóricamente con la conciencia de clase de la clase obrera.

En otro sentido, la lucha de clases aparece como presupuesto de El Capital. La lucha de clases aparece como presupuesto de este libro, en la medida en que en cierto sentido, El capital, como crítica de la Economía burguesa, no es nada más que la sistematización teórica de la conciencia de clase de la clase obrera, es decir, de la conciencia desarrollada por la y en la propia lucha de clases. Como escribió Marx cuando reflexionaba al respecto de la imposibilidad de una Economía burguesa alemana, “el desarrollo peculiar de la sociedad de Alemania excluía la posibilidad de cualquier desarrollo original de la Economía ‘burguesa’, pero no a su crítica. A medida que tal crítica representa, en general, una clase cuya misión histórica es el derrocamiento del modo de producción capitalista y la abolición de las clases- el proletariado”.[101] Ahora esta crítica, ¿la crítica (alemana) de la Economía burguesa, que representa el proletariado, la clase que tiene por misión histórica la abolición de las clases, no puede ser otra crítica que la propia critica revolucionaria de El Capital – el libro escrito por Marx? De esa manera, El Capital, en cierto modo, habría sido escrito por la propia clase trabajadora y como tal es inseparable de la crítica revolucionaria de estas clases al modo de producción capitalista.

Pocos, aun hoy, interpretan El Capital como teoría revolucionaria y sobre todo comprendiendo su vinculación con la teoría programática.[102] Entre los marxistas militantes del comienzo de este siglo, al contrario, se comprendía bien y se pensaba seriamente el carácter programático del libro. Ya el propio Engels, a pesar de resaltar siempre el carácter científico de El Capital, refiriéndose al primer libro reafirmó en diversas ocasiones el carácter negativo de esa crítica de la Economía Política. Por ejemplo, en una reseña en relación al libro I, escribía que la obra muestra sobre todo “como las cosas no deben ser (nicht sein sollen)”. Explicando ese carácter negativo, continuaba Engels: “quien tiene ojos para ver, ve aquí claramente establecida la reivindicación de una revolución social (einer sozialen Revolution) […] tratándose aquí de la supresión del capital (Abschaffung des Kapitals). Marx es y permanece igual de revolucionario como siempre lo fue, y en un escrito científico sería ciertamente el último en ocultar sus ideas en relación a eso”.[103] En la misma dirección, cuando Rosa Luxemburgo pensaba en las consecuencias de una crítica que al mismo tiempo es crítica y critica revolucionaria, llegó a escribir que, con la obra de Marx, la Economía Política habría terminado. Según ella, aunque algunos pormenores teóricos pudiesen ser desarrollados, con El Capital, la Economía Política habría llegado a su fin como ciencia. La cuestión ahora sería llevar la teoría a la acción “esto para la lucha del proletariado internacional y para la realización del orden económico socialista”. Y en ese sentido, bien de acuerdo al desarrollo dialectico del libro I y con el plan general de Marx, Rosa concluía: “El último capítulo de la doctrina de la economía política es la revolución social del proletariado mundial”.[104]


[1] Principalmente porque como escribió I. Althusser, “Las Ciencias Humanas son, alrededor de 80% falsas, construcciones de la ideología burguesa…” (Positions, Paris, Editions Sociales, 1976, pág.51).

[2] En términos de la crítica burguesa uno de los mejores ejemplos, en este sentido, es E. Durkheim “hablando de manera más precisa, no puede existir socialismo científico. […] Véase la obra más fuerte, más sistemática, más rica en ideas que produjo esa Escuela: El Capital de Marx. Cuantos datos estadísticos, Cuantas comparaciones históricas, cuantos estudios serían indispensables para desentrañar cualquiera de las innumerables cuestiones que allá son tratadas […] Cualquiera que tenga conciencia de que esto debe ser la ciencia social, de la lentitud de sus procedimientos, de las laboriosas investigaciones que ella supone para resolver las cuestiones más restrictas, no puede entusiasmarse con estas soluciones precipitadas y con estos vastos sistemas esbozados tan sumariamente” (In Le Socialisme. Sá definition, ses debús. La doctrine saint-simonienne, Paris, Félix Alcan, 1928, pp.5-7) Durkheim, correctamente, niega la “cientificidad” de la “ciencia social” del Capital como si Marx estuviese lejos de la “cientificidad” analítica del entendimiento; cuando en verdad Marx está más allá de la “cientificidad” del entendimiento, está en la cientificidad dialéctica, crítica y revolucionaria. Las críticas económicas se sitúan claramente limitadas al nivel del entendimiento (y de esta manera anuladas en su propio límite): desde Böhm-Bawerk (1896), Tugan Baranovsky, Joan Robinson (sobre este ver R. Rosdolsky, Génesis y Estructura de El Capital de Marx , trad. Castellano, Siglo Veintiuno Editores, 5° ed., 1986, parte VI, Ensayos Críticos), C. Benetti e J. Cartelier (ef. Marchands , salariats et capitalistes, Paris, Maspero,1980, y la crítica de ellos de R. Fausto, en Marx. Lógica e política, vol I, São Paulo, Brasiliense, 1987, pp.141-223). En cuanto a la crítica o pacificación reformista que sufrió la obra de Marx, desde Bernstein, O Bauer e Kautsky, ella está siempre vinculada a una búsqueda de evidencias analítico-positivistas en el marxismo y consecuentemente a una negación de la dialéctica que en general es cambiada por “análisis” dinámicos y otras categorías lineales de tipo evolucionista y cientificista; ef. Rosa Luxemburgo criticando la doctrina “científica” de Bernstein: “Compuesta indistintamente por pedazos de todos los sistemas inimaginables. Esta doctrina parece a primera vista estar exenta de preconceptos. Porque Bernstein no quiere oír hablar de ´ciencia de partido´ o, para ser más precisos, de ciencia de clase […] Juzga representar una ciencia abstracta, general, humana […] lo que Bernstein juzga ser su ciencia, su democracia, su moral, general, humana, no es más que la ciencia, la democracia, la moral reinantes; esto es la ciencia burguesa, la democracia burguesa, la moral burguesa” (en Reforma ou revolucão, trad. de L ívio Xavier, São Paulo, Elipse, a/d). De la misma forma, el estancamiento burocrático de los “comités centrales” (y variaciones) siempre produjeron mucha “ciencia” positiva, por eso mismo, sobre todo mucha sociología (¡La ciencia creada por A. Comte y no por Marx!).

[3] Marx , Das Kapital , MEW, Band 23, Berlim, Dietz Verlag . 1962, pág. 195

[4] Idem, ibidem, pág. 200. 

[5] Varias veces, como se sabe, existen referencias en El Capital y en otras obras del corpus marxista a esa metáfora vampiresa, por ejemplo, El Capital, pág. 247: “El capital es trabajo muerto que como el vampiro vive solamente succionando trabajo vivo y vive más cuanto más trabajo succiona”. También en la pág. 271: “La prolongación de la jornada de trabajo más allá de los límites del día natural, hasta adentrar la noche, sirve apenas de paliativo, apenas apacigua un poco la sed vampiresa de sangriento trabajo vivo”. Y en MEW, 16, pág.11. “…La industria inglesa, semejante al vampiro, solo podía vivir succionando sangre y, antes que nada, succionando sangre de niños”.

[6] Aunque Ruy Fausto pregunte: “¿La introducción de la lucha de clases podría justificarse en un texto como el de El Capital?” (Op. cit., tomo 11, pág. 121). Su propia respuesta es vaga. En esta misma página él admite que “la inclusión sería pensable, en la línea de lo que expusimos en una nota anterior (nota 165)…” En esta nota (pág.104), sostiene que en El Capital las clases “son colocadas en inercia”, es decir, que de manera inerte fueron colocadas fuera de lucha. Explica también que en el “Manifiesto comunista, en las luchas de clase en Francia, en el XVIII Brumario de Luís Bonaparte, etc., las clases son colocadas como clases en lucha”. Volveremos a este problema.

[7]Como se sabe, en el libro I Marx estudia el modelo de producción capitalista en un nivel superior de purificación del lado empírico en relación al libro II, donde se estudia de manera detallada el proceso de circulación, o al libro III donde se analizan los efectos de la competición capitalista sobre la distribución y redistribución de plusvalía. Ver las explicaciones del propio Marx al respecto al inicio de la séptima sección del libro I, El proceso de acumulación del capital, pp. 589-90, ed. Cit. Para analizar la forma más simple y fundamental (die einfache Grundform) del proceso de acumulación de manera pura es necesario, escribe Marx, “desviar la mirada provisoriamente de todos los fenómenos que ocultan el juego interno de su mecanismo” (pág.590)

[8] Esto al contrario de Marx, fue lo que hizo que A. Comte al fundar la sociología. Cuando Comte era discípulo y secretario de Saint Simon, partió exactamente de la crítica a la “metafísica” de la Economía Política y de ahí llegó a la Sociología, ciencia positiva. Ciencia positiva, toda vez que enraizada en la sociedad burguesa se supone insuperable. De la misma forma la Wissenschaft der Logik, la ciencia de la lógica de Hegel, a pesar de ser ciencia dialéctica y crítica de la racionalidad del entendimiento, fue reabsorbida por el entendimiento y el “movimiento de lo negativo” se convirtió en mística de velar, en fetichismo conceptual de una sociedad fetichizada; y de esa forma, una vez más, la ciencia positiva es por lo tanto… burguesa. Reinciden en esta positividad todas las diversas tentativas de “reconstrucción” meramente teóricas del marxismo, aunque puedan dar énfasis a la “lógica dialéctica” y a una “razón negativa”. 

[9] Ed. cit., pág. 49. 

[10] Pág.50

[11] Pág.90

[12] Ibídem

[13] Ibídem

[14] C.T. en el último ítem del primer capítulo que se titula justamente El carácter fetichista de la mercadería y su secreto (pág. 85-98, ed. Cit.)

[15] Pág.91

[16] Pág.92

[17] Ibídem

[18] Pág.94

[19] En la nota 32 pág. 95, Marx define y diferencia la Economía política clásica de la “Economía vulgar” (Vulgärökonomie).

[20] Pág. 95

[21] Pp. 95-6. Como observa Marx en la nota 32, Tanto A. Smith y Ricardo no escapan al carácter naturalista estático del pensamiento burgués, y explicando porqué estos autores toman la forma del valor como algo externo a la propia mercadería, escribe: “ La forma de valor que reviste el producto de trabajo es la forma más abstracta y, al mismo tiempo, la forma más universal del modo de producción burgués; ella es una forma específica de producción social y por eso es simultáneamente una forma histórica determinada. Por lo tanto quien ve en ella la forma natural y eterna de la producción social, necesariamente, no percibirá lo que existe de específico en la forma de valor y consecuentemente en la forma mercadería que desarrollándose conduce a la forma dinero, a la forma capital, etc.” En ese entendido, Rosa Luxemburgo escribió: “El secreto de la teoría de valor de Marx , de su análisis del dinero, de su teoría del capital, de la tasa de lucro, y por consiguiente de todo el sistema económico actual, está en el carácter transitorio de la economía capitalista […] Es precisa y únicamente porque Marx consideraba la economía capitalista primeramente como socialista, lo que quiere decir que desde el punto de vista histórico él puede descifrar sus jeroglíficos; y es porque utilizó el punto de vista socialista  como punto de partida para el análisis científico de la sociedad burguesa, lo cual a su vez puede otorgar al socialismo una base científica”. (Reforma ou Revolução, ed. Cit., p.44) Michael Lowy cita y comenta este pasaje de Rosa en “El marxismo de Rosa Luxemburgo”, en Método dialético y teoría política, São Paulo, Paz e Terra, 1978, pp 99 e ss. 

[22] C.f. nota 33, pág. 96

[23] De allí parten los constantes mitos del “fin de la historia” que son repetidos desde el s. XIX en sus más diversas versiones por el pensamiento burgués, desde Nietzche hasta Fukuyama. Evidentemente, son variantes de este rechazo (al terror) al futuro de ficciones de una sociedad “futura”, siendo aún capitalista pero positiva sin ser contradictorias. Así era la “utopía” burguesa de A. Comte que gracias a la religión positiva disiparía toda agitación (léase “Agitación de Clases”). “Por esta construcción decisiva, la religión positiva pronto obtendrá la ascendencia universal, disipando al mismo tiempo la agitación y la estagnación, igualmente perjudiciales y paralelamente empíricas” (Système de politique positive, Paris, La Société Positiviste, 5ª ed., 1929, IV, pág. 19). Y así son las repeticiones monótonas y las variantes de la “utopía” comteana: “sociedad pos-industrial” (Daniel Bell), “sociedad tecnotrónica” (Brezynski), “sociedad de la globalización”, “sociedad pos-moderna” y otras panaceas cuyas setas siempre buscan liquidar conceptualmente la lucha de clases y la obra de Marx. Es así que J. Baudrillart, al anunciar “la muerte de lo social” nos explica que ahora “el mundo se tornó inerte, donde se opera al inverso de lo que Marx soñaba”. (À Sombra das maiorias silenciosas ou o fim do social, São Paulo, Brasiliense, 1985, pág. 67). M. Maffesoli, en el mismo sentido, explica que se terminó la racionalidad histórica del siglo XIX las clases son substituidas por las tribus: “La racionalidad del siglo XIX se refería a la historia, a lo que llame de actitud extensiva (ex – tensión), la racionalidad que se anuncia ahora es prosémica, intensiva (intensión), se organiza entorno e un eje (gurú, acción, placer, espacio) que conecta a las personas y al mismo tiempo las hace libres. Ella es centrípeta y centrifuga, de ahí se desprende la inestabilidad aparente de las tribus” (O tempo das tribus, Rio de Janeiro, Forense, 1987, pág. 202)

[24] Comentado el desarrollo dialectico hasta la forma dinero, R. Rodolsky escribe a propósito: “Sin embargo, para un lector no familiarizado con la teoría de Marx esta deducción podrá parecer “construida” o ejemplo de una mera ‘dialéctica conceptual’ que dota a las categorías económicas de vida propia y que hace que las mismas, de una manera auténticamente hegeliana, surjan unas de las otras y se transformen entre sí. Es fácil que esta impresión se produzca, el propio Marx contaba con la posibilidad de una mala interpretación semejante; en una nota interesante Grundrisse nos decía: “En otro momento, antes de dejar este problema, será necesario corregir la manera idealista de exponerla, dando la impresión de que se trata de puras definiciones conceptuales y de la dialéctica de estos conceptos. Por consiguiente, antes que nada se deberá criticar la afirmación: el producto (o actividad) se torna mercadería, la mercadería en valor de cambio, y el valor de cambio en dinero”. En otras palabras, el lector no debe llegar a concebir que las categorías económicas no son otra cosa que representaciones de relaciones reales y que la derivación lógica de estas categorías puede producirse independientemente de la historia. Por el contrario, como escribe Engels en 1859, no hablar de la Contribución, o modo de tratamiento lógico, ‘de hecho no es otra cosa que lo histórico solo que despojado de la forma histórica y de los “accidentes incomodos” (op.cit.pp. 145-6) Althusser comentaba el problema del desdoblamiento de las categorías en otra dirección, cf Pour Marx, cap. “Sur la dialectique matérialiste”, particularmente ítem 4 “Un tout complexe stucutré ‘dejà donné’”,pp.198-205, Paris, Maspero, 19866.  

[25] Concepto fundamental desde la dialéctica griega “arché”, “aquello que viene en primer lugar”, aquello que es “principio”  y que es “poder” y a partir de esto “fundamento”; pero como indica P. Chantraine (Dictionnaire étymologiquede la langue grecque, Paris, Klincksick, 1984), arché se aproximó a órcos (es decir, “terreno con VINHAS cercado”)  y a órcamos (es decir, “terreno cercado”); así arché sería principio y poder pero con el sentido originario de pose de apropiación, remetiendo el principio del poder a la noción de propiedad (en griego, como se sabe, ousia) Este hecho lingüístico gana mayor significado sobretodo en la dialéctica comunista (a dialéctica marxista), en la medida en que justamente desvela las relaciones de apropriación de las fuerzas productivas (esto son, las relaciones de producción) como fundamento; en el caso de Marx, fundamento o principio originario del modo de producción capitalista. 

[26] Wissenschaft der Logik, libro I, in S. Werke, edición de H. Glockner, Friedrich Fromman Verlag, Stuttgart, 1965, vol. IV, pág. 74. Esta concepción, en realidad, ya aparece en la dialéctica antigua, en los Diálogos de Platón: “El método dialéctico (dialektiké méthodos) es el único que superando (anairousa) las hipótesis se eleva hasta el propio principio (ep’auten ten archen) … ” (Platón, República, 533c-d); ver también todo el pasaje 51 hasta el 511 y de la República donde el “principio a-hipotético” aparece como resultado del proceso dialéctico, y así como presupuesto que solo aparece como colocado al final del proceso.

[27] Solamente este avanzar o trayectoria o encadenamiento mostrará claramente que el principio presupuesto no es un a priori dogmático y permitirá que diferenciemos este principio del proceso de fundación de las filosofías y ciencias del entendimiento. De cualquier forma, cabe desde ya apuntar que este proceso dialéctico de fundación no se puede aproximar a Descartes (lo que es relativamente evidente), toda vez que en este el fundamento está desde el comienzo colocado, como también, no puede ser aproximado a los conceptos de potencia y acto de Aristóteles. ‘Aristotelizar’ a Marx es una de las formas de transformarlo en un pensador del entendimiento, es estabilizarlo. Aunque en ese sentido engañoso, a través de Hegel, se hayan conducido muchos intérpretes contemporáneos. Por ejemplo, H. Marcuse, Razón y revolución, capítulo V, “A Ciência da Lógica”, São Paulo, Paz e Terra, 1978, pág. 121, ‘escribe al respecto del “dinamismo” de las categorías hegelianas que “esta concepción dinámica no es una innovación hegeliana; ella aparece en la filosofía de Aristóteles, donde todas las formas del ser son interpretadas como formas y especies de movimientos”. De la misma forma P. Arantes, Hegel: El orden del tiempo, ed. Polis, 1981, pág. 94: “Hegel distingue aquella [determinación] que se encuentra simplemente en sí, de aquella que está en ella como colocada, seria lícito ver en esto una retomada o prolongación de los conceptos aristotélicos de acto y potencia”. Ya R. Fausto, luego de citar ese trecho superior de Arantes, escribe: “Presuposición y posición retoman en cierta medida potencia y acto, pero para acoger la contradicción. La diferencia no es tan grande, porque, si la doctrina de la potencia y del acto evita la contradicción, ella deja subsistir […] un método de expresión casi contradictorio”. Y posteriormente concluye: “Y es en la medida en que los dos se sitúan en esa tierra de nadie que la lógica del movimiento de Hegel se puede sentir tan próxima a Aristóteles”   (in Marx: lógica e política, São Paulo, Brasiliense, 1987, tomo 11, pp. 153-4). 

[28] Pág. 99

[29] Pág. 161

[30] Pág. 165

[31] Pp. 170-81

[32] Pp.177-8

[33] Pág. 180

[34] Ibidem: “Es muss zugleich in ihr und nicht in ihr entspringen”.

[35] El poseedor del dinero, el capitalista en larva, se transforma en mariposa en la esfera de la circulación y no en la circulación; cf. ibidem: “Seine Schmetterlingsentfaltung muss in derZirkulationssphäre und muss nicht in der Zirkulationssphare vorgehn”. Ahora, como se ve, en una racionalidad estrictamente analítica, no-contraditória, ni siquiera se puede acompañar a la explicación de Marx al respecto del origen de la plusvalía. Es así que, como mostró Marx (en el ítem2 del capítulo IV), el pensamiento burgués buscaba explicar el origen de la plusvalía a partir de la circulación o de la producción. No en tanto, si estas fuesen pensadas como “etapas” separadas no se puede comprender la aparición de D’. Por eso mismo, la oposición potencia/acto de Aristóteles no sirve para explicar a contradicción en Marx. La transición de la potencia al acto de Aristóteles se da siempre en el mismo género y en tiempos diferentes. Ahora, entre géneros diferentes (que justamente es cuando ocurre la antítesis), Aristóteles repite hasta el cansancio que no puede existir pasaje (cf. sobre todo, Metafísica, libro lota), que trate de las diversas formas de oposición, y diferencia claramente la contrariedad y la contradicción: “las cosas que difieren en género (génei) no tienen un pasaje en relación al otro, puesto que son muy distantes e incombinables (asymbleta)”. [1055a, 6-7])

[36] Pág. 181.

[37] Pág. 183.

[38] Ibídem

[39] Pág. 184. Como se ve, todo este trecho, por su historicidad, prácticamente nos remite a los análisis de los Grundrisse y, particularmente, a las Formen.

[40] “Die verborgne STÄTE DER Produktion’, pág. 189

[41] Ibídem

[42] Pp. 190-1

[43] Pp. 208-9

[44] Pág. 209

[45] “Der Exploitationsgrad der Arbeitskraft”. Pp. 226-34

[46] Pág. 228

[47] Pág. 231

[48] Pág. 238

[49] Cf. Pp. 239-43

[50] Pág. 241

[51] Ibídem, como dice el propio personaje: “yo hablo de pago del trabajo al contrario de pago de fuerza de trabajo, para usar sus modismos (slang).” 

[52] Ibídem: “Más allá de eso no ‘resta ninguna duda de que vuestras manos [vuestros obreros] trabajan por 13 horas al contrario de  11 y  1/2 … “

[53] Así como las mesas, las sillas y las mercaderías en general no se relacionan entre sí, mucho menos las categorías económicas o lógicas. Desde el fin del primer capítulo, desde “el fetichismo de la mercadería”, Marx comienza a concretizar los personajes dramáticos que están por detrás de las categorías económicas. Así, al comienzo del capítulo 11, ya parte de los poseedores de las mercaderías (pág. 99), ahora que se sabe que ellas “no pueden ir por si solas al mercado”; al final del capítulo IV (pág. 191), cuando los poseedores van a entrar dentro de la producción, y se muestran como no-iguales, Marx escribe:  “algo se altera en la fisionomía de los personajes de nuestro drama (unsrer dramatis personae)”; finalmente en la sección 111 los personajes se muestran como clases y clases en lucha. En este sentido, Marx es muy fiel a la dialéctica antigua (es decir, Platón), una dialéctica dialógica, y, no por acaso, también comunista, ancorada en personajes dramáticos y distante de Hegel (y Aristóteles, donde aparece, por primera vez, desarrollada una Lógica y una Metafísica cuyas categorías se elevan como fetiches filosóficos; piénsese en la osadía aristotélica, con sus desdoblamientos lógicos y metafísicos). L. Feuerbach, en el pasaje celebre de Gründsiitze der Philosophie der Zukunft (S. Werke, volumen n, ed. por F. Jodl), luego de acusar a Hegel de haber hipostasiado las categorías de la verdadera dialéctica, luego de llamarlo “Proclus alemão” (§ 29), de acusarlo, precisamente, de no comprender escribe en forma de diálogo: “La verdadera dialéctica no es un monólogo del pensador solitario consigo mismo, ella es un diálogo” (§ 62, pág. 319)

[54] Pág. 247.

[55] Ibidem

[56] Pág. 248; como se sabe, Sturm und Drang es el título del drama escrito por Klinger que pasó a designar todo el “tempestuoso” y “aflictivo” período de la literatura alemana de final del siglo XVIII, comienzo del XIX.

[57] Ibidem

[58] Ibidem

[59] Pág. 249

[60] Pág. 249, n.40

[61]  P. 249. En este caso, mesmo R. Fausto es obligado a reconocer que la lucha de clases aparece como “no-inerte”, pero este passaje para él es una “gran excepción”. Él escribe: “La gran excepción, que no es una, es la lucha por la jornada ‘normal’ de trabajo, en el libro I de El capital” (op. cit., II, pág. 119). Pero, así mismo, el autor busca mantener el carácter inerte de la lucha de clases en El capital. Y escribe: “La antinomia entre las dos tesis presupone la contradicción entre las clases en inercia, y coloca la oposición entre las clases en lucha. El hecho de que el análisis de la lucha por la jornada ‘normal’ de trabajo resuelva una antinomia que el discurso teórico no puede resolver por la contradicción, como es el caso general, le da a ella un estatuto particular en El capital. Ella representa una transgresión del objeto en inercia, exigida por el propio objeto en inercia. De ese modo, se justifica la posición de un análisis como este en el interior de una obra que en principio trata del objeto en inercia” (pág. 120). Como se observa, para R. Fausto, la lucha de clases en este pasaje es una excepción “que no es una” excepción, ya que esa excepción puede ser “justificada” por el propio objeto en inercia. En suma, las clases, según él, no son colocadas en lucha en El capital.

[62] Pág. 249

[63] Ibidem

[64] La crítica empírica contemporánea, evidentemente, solo es capaz de ver y resaltar las diferencias. Marx las conocía muy bien, pero esto no le impedía apuntar también (al mismo tempo y en la misma relación) la universalidad de la contradicción fundamental de la sociedad de clases: los detentores de los medios de producción (clase dominante) extrayendo un trabajo excedente de los productores directos (clase dominada). Las diferencias múltiples pueden y deben ser comprendidas, pero, a partir de esa universalidad. Como nos muestra Marx en este pasaje, “el kalós kagathós ateniense, el teócrata etrusco, los civiles romanos, el varón normando, el boyardo de la Valaquia, el landlord moderno o el capitalista”… son la clase dominante en diversas épocas y en diversas sociedades; y lo mismo es válido, evidentemente, de manera inversa, para el otro polo de esta contradicción fundamental, aquella de los productores directos. Como se sabe, hace varias décadas, el pasatiempo de los historiadores, sociólogos y “filósofos” es encontrar “anacronismos” en las categorías de las reflexiones del siglo XIX y particularmente de Marx. Uno de esos “anacronismos” es la “demonstración” (através de la descripción de las “diferencias”) de que no existen clases y lucha de clases, por ejemplo, en la Antiguedad. Ya Bernstein se encaminaba en esa dirección cuando mostraba las diferencias que existen, en general, en el interior de lo que se llama “clases” (cf. Rosa Luxemburgo, op. cit., pp. 63-4: “… Bernstein contesta la propia existencia de clases en nuestra sociedad. Para él, la clase obrera no pasa de un amontonado de individuos, divididos no solo política e intelectualmente, como también económicamente. Y también la burguesía … “). Vease otro ejemplo “curioso” en Hannah Arendt descubriendo que la “revolución es un fenómeno esencialmente moderno”. Arendt afirma: “Las revoluciones modernas tienen poco en comun con la mutatio rerum de la historia romana, o con la stasis, la lucha civil que perturbaba la ciudad griega… “(On revolution, Nueva York, 1963, pág. 13; pasaje citado y apoyado por R. Fausto, op. cit., voi. lI, pág. 131). Ahora, Aristóteles pasa todo el segundo libro de su Política intentando refutar aquellos teóricos comunistas que (como Faleas de Calcedônia (1266 a 37-40» sustentaban que la causa de toda revolución (stasis) era justamente la propiedad (ousia/ktésis/ktema); evidentemente, sobre todo, la propiedad de la tierra y consecuentemente de los medios de producción. Así, a pesar de las diferencias históricas, Aristóteles hablaba desde el punto de vista del kalós kagathós y H. Arendt, probablemente, desde el punto de vista de su correspondiente contemporáneo. 

[65]  Por ejemplo, en la Antigüedad, Marx observa, ocurría la súper explotación similar solo en los sectores productivos donde justamente se buscaba producir el valor de cambio en su forma específica de dinero, es decir, en las minas de oro y plata (pág. 250). Así, cuando en la República de Platón se pretende describir la miseria y el fetichismo de los hombres que contemplan sombras como si fuesen la realidad, no por un acaso, se toma la imagen de los esclavos que encadenados trabajan en una caverna subterránea, evidentemente, aludiendo al trabajo esclavos en las minas de Ática (cf. La célebre “Alegoría de la caverna”, libro VII, 514A e ss.). La mina de Laurium en Ática, que fue una de las mayores minas del mundo griego, dejó de ser explotada el 103 a.c., justamente después de una revuelta de los trabajadores esclavos (cf. O Davies, verbete Laurium, pág. 484, in The Oxford classical dictionary, edit. por M. Cary e outros, Clarendon Press, 1953). Así, en estos casos, donde ocurría esa súper explotación, en cualquier época de la historia humana, los explotados supieron reconocerse como clase no solamente en si como también episódicamente. Sobre la esclavitud en Grecia, cf. Y. Garlan, Les Esclaves en Grece Ancienne, Paris, Maspero, 1984. 

[66] Pág. 319

[67] Pág. 320; aquí Marx citaba a Engels

[68] Ibidem

[69] Pág. 340

[70] Pág. 354

[71] Marx escribe: “Si la maquinaria es el medio más poderoso para elevar la productividad del trabajo, es decir, de acortar el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercadería, ella se torna, como portadora del capital, inicialmente en las industrias de las que se apodera de inmediato, en el medio más poderoso para prolongar la jornada de trabajo más allá de cualquier límite natural. Ella crea, por un lado, nuevas condiciones que capacitan al capital a dar libre flujo a su tendencia constante y, por otro lado, nuevos motivos para agusanar su apetito voraz por trabajo ajeno”. (Pág. 425; trad. tomo 2, pp. 28-9).

[72] Pág. 529

[73] Pp. 529-30

[74] Cf. Marx El Capital Pág.249

[75] En el fondo todas las luchas de la clase trabajadora vistas hasta aquí buscaban aparentemente apenas exigir el cumplimento de la ley fundamental del mercado, el cambio de equivalentes (lucha por la “normalización” de la jornada de trabajo, lucha por legislaciones que limitasen el trabajo nocturno, lucha contra la esclavitud de la maquinaria, contra los abusos en relación al trabajo infantil, las diversas luchas salariales…)

[76] Pág. 591

[77] Pág. 595

[78] Ibidem

[79] Pág. 609

[80] Pág. 605. Sobre esa “transmutación” cf. Rosdolsky, op. cit., capítulo 19, pp. 293-304. Também, R. Fausto, op. cit., tomo I, pp. 46-8, analisa bien la “transmutación”; Fausto la traduce Umschlag por interversión. No entanto, oberservese que, más adelante, para mantener su interpretación de que las clases permanecen en “inercia” en El capital, esto es, sin luchar, así como lo había considerado la lucha por la jornada de trabajo “una gran excepción” (ver nota 61), al respecto de la “interversión” de la sección VII es obligado a hacer un “resalvo”. Él escribe: “Hacemos un resalvo porque con la interversión de las relaciones de apropiación, colocada al inicio de la sección VII del libro I […] las leyes del sistema son suprimidas. Y, si las leyes del sistema son suprimidas, se abre el espacio en el exterior interior de la estructura (y de la teoría que la exprime) para la posición de toda lucha” (tomo 11, pág. 121, nota 189). ¿Esa preocupación de R. Fausto de mantener las clases en inercia no sería resultado de su intento de “salvar” El capital para una edad racional de entendimiento? En ese sentido escribe: “El pensamiento de Marx es al mismo tiempo una crítica del entendimiento por la dialéctica, como una crítica de la dialéctica por el entendimiento” (op. cit., 11, pág. 173). 

[81] Pág. 609. En este pasaje, como en algunas otras traducciones, sigue la traducción de R. Barbosa y F. Kothe, São Paulo, abril, 1984, volumen I, tomo 2, pág. 166.

[82] Pág. 741

[83] Pág. 742

[84] Pág. 743. “Y la historia de su expropiación está inscrita en los anales de la humanidad con trazos de sangre y fuego”.

[85] Pág. 765

[86] Ibídem

[87] Ibídem: “Aussetökonomische, unmittelbare Gewalt… etc”

[88] Pág. 779 “…eine okonomische Potenz”

[89] Pág. 790

[90] Pág. 791

[91] Ibidem: “Es ist Negation der Negation”. Como se observa, si Hegel habló muchas veces de la “violencia del concepto” (“die Gewalt des Begrifts”; por ejemplo, in Vorlesungen über die Geschichte der Philosophie, S. Werke, vol. XVIII, Glockner, pág. 257), para Marx la contradicción lógico-económica, la contradicción categorial o “violencia del concepto”, se muestra finalmente como violencia históricamente colocada, la contradicción de lucha de clases. De la misma forma, en ese mismo pasaje, Hegel hablaba de la violencia que la dialéctica hace a la racionalidad del entendimiento. La dialéctica de Marx es una violencia a la edad racional del entendimiento de la Economía Política burguesa, pero, sobre todo, porque también esa dialéctica se manifiesta como violencia a la propia economía burguesa, es decir, a la sociedad capitalista. 

[92] Pág. 791

[93] Entre otros pasajes se lee: “De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, solo el proletariado es una clase revolucionaria”. Se puede preguntar: ¿pero y la continuación de El capital, en qué medida altera este desenlace? Como se sabe por el propio libro I y por diversos planes de Marx, los libros II y III apenas iban a concretizar lo que (por razones metodológicas) en el libro I aparecía de manera “purificada”. Por ese motivo, es significativo que el manuscrito de Marx del libro III se interrumpa justamente en el capítulo que trata de las clases (cap. 52). En el mismo sentido, en 1868, describiendo el plan del final de su obra, Marx le escribía a Engels: ” … las fuentes de ingreso de las tres clases, de los propietarios de la tierra, de los capitalistas y de los trabajadores asalariados – la lucha de clases (Klassenkampf; toque del propio Marx) como conclusión (Schluss), en el cual el movimiento se disuelve y se desilusiona de toda la mierda (Auflosung der ganzen Scheisse)” (MEW, 32, carta de 30/4/68, pág. 75). Como se observa, en esta carta, una vez más (como ocurrió ya en el libro I, pero, de manera “purificada”), Marx anunciaba que pretendía terminar el libro III con la lucha de clases. Así, a través de la lucha de clases, Marx pretendía acabar, una vez más, con “toda la mierda” del capitalismo y de su movimiento; ciertamente, esta vez, de manera más determinada, y más próxima al capitalismo existente, pero aun retomando el mismo movimiento de la lucha de clases que está colocada como no-inerte desde la sección III, capítulo VII del libro I. R. Fausto cita esta carta y la comenta en op. cit., II, pp. 121 e 209, pero, justamente, para levantar la hipótesis de que solamente entonces, al final del libro III, final jamás escrito, es que Marx colocaría la lucha de clases como no-inerte. 94. MEW, 16, pp. 5 e ss.

[94]MEW, 16, pp 5 y ss.

[95] Cf. Sobre todo, pp 8-9

[96] Recordemos que la manifestación de la lucha de clases en el libro I de El capital comienza justamente en el capítulo VII, ítem 3, “La hora final del Sénior”, y allí un personaje anónimo refuta al Sénior desde el punto de vista de la clase obrera. ¿Sería exagerado decir que aquí Marx daba la palabra a la propia clase obrera?

[97] Pág. 11

[98] Ibídem

[99] Pp. 11-02

[100] Cf. pp. 95-6 de El capital y nuestra nota 21. En el posfácio de la 2ª ed. de El capital Marx escribe: “En la medida que es burguesa, es decir, al contrario de comprender el orden capitalista como un estado históricamente transitorio de evolución, la encara como la última y absoluta configuración de la producción social, la Economía Política solo puede permanecer como ciencia en tanto la lucha de clases permanezca latente o solo se manifieste en episodios aislados” (pág. 19). 

[101] Ibídem, pág. 22

[102] En este sentido, luego de su autocrítica, L. Althusser se tornó una excepción loable: “Si leemos así, El capital deja de ser una teoría de la ‘economía política’ del capitalismo [ … ) para tornarse en una teoría revolucionaria” (“Marxisme el lutte de clases”, pág. 65, in Positions, ed. cit.). En su Éléments d’autocritique (Hachette, 1974, p. 15), justamente apuntaba críticamente que, en su fase anterior “teorista”, “la lucha de las clases era prácticamente ausente”. No en tanto, Althusser parece no haber considerado la importancia decisiva del desarrollo dialéctico de El capital; solamente así podría recomendar que se “puliese”, aunque en la primera lectura, la sección 1 y se comenzase por la sección 11 (cf. “Comment lire Le capital’, in Positions, pág. 59).

[103] F. Engels, Reseña del primer libro de El capital para Düsseldorfer Zeitung, 17 de noviembre de 1867, MEW, 16, pág. 216. Cf. también la reseña escrita para Elberfelder Zeitung, donde Engels resalta el carácter “tan radical-socialista” de este libro y su carácter tan “duro e impiadoso con las autoridades” (2 de noviembre de 1867; ibídem, pág. 214).

[104] R. Luxemburgo, Introdução à Economia Política, São Paulo, Martins Fontes, pp. 118-9. Sobre todo en Lenin (desde los “Cuadernos filosóficos”), en los cuatro primeros congresos de la lU Internacional (con el comienzo del desarrollo de la noción de “reivindicaciones transitorias”), y en Trotsky (en el proceso que desembocó en el llamado “Programa de transición”), se llegó también a una comprensión del desarrollo dialéctico de El capital como el propio método (que también es contenido) de la teoría programática marxista. Esto será, no en tanto, tema a ser desarrollado en otra ocasión.